Planeta Baum (reduced version)
Hace un mes, unos quince años después de aquello, estaba en Split con unos amigos, se dirigía hacia el sud, y le invadió de nuevo aquella sensación (...).
- “Coge las llaves del coche, que yo tengo que ir a trabajar al Faro. Si conduces por esta carretera todo recto, acabarás en alguna de las calas y elijas la que elijas, podrás ver la puesta de sol. Ven a buscarme a las 23.30h e intenta no perderte”. Eso le dijo su amigo, cuando vió aquel brillo perdido en sus ojos, aquél que desde hacía 15 años intentaba combatir.
Él no fue a las 23.30h a buscarle – “el coche y las llaves las tiene Desi de la gasolinera, gracias por todo, yo estoy en el aeropuerto, nos vemos pronto, cuídate”.
Parecía que a su amigo no le había sorprendido su cambio repentino de planes. Él se dirigía a hacer lo que hacía ya 15 años tendría que haber hecho... Ir a su rincón secreto. (...) Quizás las estrellas tenían una solución. Supongo que un lugar como el Cosmos que existe desde hace 15.000 años tenía que albergar alguna respuesta.
Y parece ser que la encontró. (...) vivir en otro planeta. “Venus o Mercurio serían los más adecuados que son los que orbitan más cerca del sol”, pensó. “Pero tampoco estaría mal dirigirse a la Galaxia M 87 cerca de la constelación de Virgo, aunque esté a 70 millones de años luz, concentra una masa de 5.000 millones de soles, así que supongo que alguno de ellos me podrá ofrecer cierto calorcito”.
(...) Mientras escuchaba el silencio, un pensamiento le sobrecogió. Se dio cuenta, de que jamás iba a parar de sentir, de vivir y de observar. “Ya tendré tiempo de dormir en la tumba. Si he de descansar en esta vida que sea por falta de fuerzas pero no por conservarlas”, había leído. (...)
Miraba el mapamundi y incluso sin haberse movido de su continente pensaba que aquél conjunto de países era demasiado pequeño para él, que ese planeta no era suficiente. Una mañana cualquiera a una hora cualquiera (pero pronto) salió. El mar seguía allí, con aquel sonido suyo tan tranquilo y matemático. Las gaviotas volaban sin parar. El sol brillaba de nuevo como un día más. Y él seguía pensando en otro planeta…
(...) Pero por fín le llegó la gran respuesta. No tenía que buscar más. Ni atormentarse más.
Ese planeta lo tenía en su interior.
Planeta árbol.
Un árbol? Estaba seguro? Un árbol acepta si llueve, si cae granizo o incluso si intentan quemarlo, lo que pase en su exterior no le importa, porque sus raíces son fuertes y su propia vida sigue respirando en el presente. Es precioso, solo quiere existir en cada momento.
Su árbol nunca podrá ser talado, está protegido por un planeta, que es la piel interna de su cuerpo. Un planeta que no busca que el árbol plante sus raíces en un solo lugar, es libre para volar. Si su cuerpo muere, el árbol se mantiene vivo, porque vive en un planeta, y en el universo hay espacio suficiente para todos los planetas de la tierra.
Todos tienen la semilla para hacer crecer el planeta árbol pero no todos tienen ganas de regarlo. Regar significa ser sincero con uno mismo, hablar con el interior, aumentar la conciencia de quién somos. Pero el secreto es que cada rama nos lleva a algo positivo: a admirar el mar, a estar tranquilos, a estar en sintonía con la naturaleza, a no juzgar… (...) cada rama puede llegar a cada una de nuestras extremidades.
Algunas veces, por querer llegar un poco más rápido alguna rama intenta coger un atajo y acaba formándose en algún pensamiento que nos causa dolor, alguna idea falsa, pero si somos conscientes de eso y le damos un poco de paciencia, poco a poco, la rama podrá encontrar su ritmo y su armonía para buscar de nuevo el camino correcto.
No hay que esperar a sentir todas las ramas completas para empezar a sentirse feliz o tranquilo. (...)
Con las manos no podía atrapar la esencia del sol o del viento. Pero sí con su planeta.
- “Coge las llaves del coche, que yo tengo que ir a trabajar al Faro. Si conduces por esta carretera todo recto, acabarás en alguna de las calas y elijas la que elijas, podrás ver la puesta de sol. Ven a buscarme a las 23.30h e intenta no perderte”. Eso le dijo su amigo, cuando vió aquel brillo perdido en sus ojos, aquél que desde hacía 15 años intentaba combatir.
Él no fue a las 23.30h a buscarle – “el coche y las llaves las tiene Desi de la gasolinera, gracias por todo, yo estoy en el aeropuerto, nos vemos pronto, cuídate”.
Parecía que a su amigo no le había sorprendido su cambio repentino de planes. Él se dirigía a hacer lo que hacía ya 15 años tendría que haber hecho... Ir a su rincón secreto. (...) Quizás las estrellas tenían una solución. Supongo que un lugar como el Cosmos que existe desde hace 15.000 años tenía que albergar alguna respuesta.
Y parece ser que la encontró. (...) vivir en otro planeta. “Venus o Mercurio serían los más adecuados que son los que orbitan más cerca del sol”, pensó. “Pero tampoco estaría mal dirigirse a la Galaxia M 87 cerca de la constelación de Virgo, aunque esté a 70 millones de años luz, concentra una masa de 5.000 millones de soles, así que supongo que alguno de ellos me podrá ofrecer cierto calorcito”.
(...) Mientras escuchaba el silencio, un pensamiento le sobrecogió. Se dio cuenta, de que jamás iba a parar de sentir, de vivir y de observar. “Ya tendré tiempo de dormir en la tumba. Si he de descansar en esta vida que sea por falta de fuerzas pero no por conservarlas”, había leído. (...)
Miraba el mapamundi y incluso sin haberse movido de su continente pensaba que aquél conjunto de países era demasiado pequeño para él, que ese planeta no era suficiente. Una mañana cualquiera a una hora cualquiera (pero pronto) salió. El mar seguía allí, con aquel sonido suyo tan tranquilo y matemático. Las gaviotas volaban sin parar. El sol brillaba de nuevo como un día más. Y él seguía pensando en otro planeta…
(...) Pero por fín le llegó la gran respuesta. No tenía que buscar más. Ni atormentarse más.
Ese planeta lo tenía en su interior.
Planeta árbol.
Un árbol? Estaba seguro? Un árbol acepta si llueve, si cae granizo o incluso si intentan quemarlo, lo que pase en su exterior no le importa, porque sus raíces son fuertes y su propia vida sigue respirando en el presente. Es precioso, solo quiere existir en cada momento.
Su árbol nunca podrá ser talado, está protegido por un planeta, que es la piel interna de su cuerpo. Un planeta que no busca que el árbol plante sus raíces en un solo lugar, es libre para volar. Si su cuerpo muere, el árbol se mantiene vivo, porque vive en un planeta, y en el universo hay espacio suficiente para todos los planetas de la tierra.
Todos tienen la semilla para hacer crecer el planeta árbol pero no todos tienen ganas de regarlo. Regar significa ser sincero con uno mismo, hablar con el interior, aumentar la conciencia de quién somos. Pero el secreto es que cada rama nos lleva a algo positivo: a admirar el mar, a estar tranquilos, a estar en sintonía con la naturaleza, a no juzgar… (...) cada rama puede llegar a cada una de nuestras extremidades.
Algunas veces, por querer llegar un poco más rápido alguna rama intenta coger un atajo y acaba formándose en algún pensamiento que nos causa dolor, alguna idea falsa, pero si somos conscientes de eso y le damos un poco de paciencia, poco a poco, la rama podrá encontrar su ritmo y su armonía para buscar de nuevo el camino correcto.
No hay que esperar a sentir todas las ramas completas para empezar a sentirse feliz o tranquilo. (...)
Con las manos no podía atrapar la esencia del sol o del viento. Pero sí con su planeta.