Pero para quitarle sentimentalismo al post, tengo que confesar que las relaciones que se crean cuando viajas solo/a con otro compañero/a es casi casi como la que tiene un mochilero/a con sus calcetines: día tras día te acompañan, les coges cariño, hasta que un día empiezan a caminar solos y entonces es cuando es el momento de hacerles un buen lavado, cambio de compañero/a... (es decir, llegó el cambio de calcetines).
La intensidad papuense no es comparable a ningún otro lugar donde haya estado hasta ahora. ¿Cómo se puede estar en Asia y sentirse en el África subsahariana? Aquí los asiáticos tienen la piel negra, el pelo rizado estilo rastas, y en general, todos los rasgos característicos. ¿Por qué en esta zona del mundo son así? Que sepáis que queda abierta la posibilidad de hacer comentarios con teorías locas al respecto.
Durante estos días en Papua he basado mi existencia en la cara y en la cruz o en la noche y en el día, como se prefiera. He estado haciendo couchsurfing, y a la vez un trekking cañero de casi una semana por el Baliem Valley. Las chicas del couchsurfing han cocinado para nostoros, nos han dado amor, colchones, sonrisas, moto, calor, lavados de ropa, paciencia y duchas calientes. El trekking, camaradas, a pesar de que la comodidad pasó de 5 a ninguna estrella (sin ducha durante todos los días, durmiendo en el suelo, cogiendo alguna que otra chinche de cerdo, cruzar ríos y cascadas -sin botas de trekking- y perdernos por la montaña en casi plena noche) ha sido el mejor festival de los sentidos que haya visitado jamás.
Mi tacto ha tocado barro (en las caídas), hojas adinosauriadas, plumas tribales colocadas en las cabezas de los locales.
Mi olfato se despertaba con olor a lluvia, qué fresca, qué buena, olor a hierba, a fuego dentro de las casas.
Mis papilas gustativas degustaban cada día el mismo estilo de patata dulce hecha al fuego como si fuera la primera vez, acompañada de agua también con regustín a llama.
Mis oídos se han deleitado con los sonidos de insectos, pájaros, cantos tribales y sobretodo, la música de la fuerza del agua en las montañas, ya sea en forma de río, cascada o riachuelo.
Y mi vista... comprobarlo vosotros mismos.